Es agradable volver al principio, a los rocódromos de barrio. Lugares donde se compartían sueños, se forjaban amistades y se entablaban conversaciones interminables sobre escalada.
Espacios libres de "entrada de día", "bonos" y "mensualidades".
Viejos conocidos acostumbrados a sus piedras y tallados. Y entre nosotros, como uno más, pasa inadvertido Javi un invidente que disfruta de su deporte preferido: la escalada.